Page 31 - La Casa de Bernarda Alba
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LA CASA DE BERNARDA ALBA


      terrible repetición. Y ella tiene el mismo sino de su madre y de su
       abuela, mujeres las dos del que la engendró.

      AMELIA:  ¡Qué cosa más grande!


      MARTIRIO:  Es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña
      les tuve miedo. Los veía en el corral uncir los bueyes y levantar los
      costales de trigo entre voces y zapatazos y siempre tuve miedo de
      crecer por temor de encontrarme de pronto abrazada por ellos. Dios
      me ha hecho débil y fea y los ha apartado definitivamente de mí.


      AMELIA:  ¡Eso no digas! Enrique Humanas estuvo detrás de ti  y
      le gustabas.

      MARTIRIO:  ¡Invenciones de la gente! Una vez estuve en camisa
      detrás de la ventana hasta que fue de día porque me avisó con
      la hija de su gañán que iba a venir  y no vino. Fue todo cosa de
      lenguas. Luego se casó con otra que tenía más que yo.

      AMELIA:  ¡Y fea como un demonio!

      MARTIRIO:  ¡Qué les importa a ellos la fealdad! A ellos les importa
      la tierra, las yuntas, y una perra sumisa que les dé de comer.

      AMELIA:  ¡Ay! (Entra Magdalena).

      MAGDALENA:  ¿Qué hacéis?


      MARTIRIO: Aquí.

      AMELIA:  ¿Y tú?

      MAGDALENA:  Vengo de correr las cámaras. Por andar un poco.


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