Page 164 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA


         TÍA: -Luego bien te gusta olerlas.

         AMA: -No, señora. A mí las flores me huelen a niño muerto, o
         a profesión de monja, o a altar de iglesia. A cosas tristes. Donde
         esté una naranja o un  buen membrillo, que se quiten las rosas del
         mundo. Pero aquí... rosas por la derecha, albahaca por la izquierda,
         anémonas,  salvias,  petunias y esas flores de ahora, de moda, los
         crisantemos,  despeinados como unas cabezas de gitanillas. ¡Qué
         ganas tengo de ver plantados en este jardín, un peral, un cerezo,
         un caqui!


         TíA: -¡Para comértelos!

         AMA: -Come quien tiene boca  ... Como decían en mi pueblo:
              La boca sirve para comer,
              las piernas sirven para la danza
              y hay una cosa de la mujer  ...

         (Se detiene y se acerca a la Tía y le dice bajo).

         TÍA: -¡Jesús!  (Signando).


         AMA: -Son indecencias de los pueblos. (Signando).

         RosITA: (Entra rápida. Viene vestida de rosa con un traje del novecien­
         tos, mangas jamón y adornos de cintas).-¿  Y mi sombrero? ¿  Dónde está
         mi sombrero? ¡Ya han dado las treinta campanadas en San Luis!


         AMA: -Yo lo dejé en la mesa.

         ROSITA: -Pues no está. (Buscan. El Ama sale).

         TíA: -¿Has mirado en el armario? (Sale la Tía).


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