Page 280 - Hamlet
P. 280

HAMLET.- Mucho me alegro de verte con salud también. Pero, la verdad, ¿a qué has
                  venido de Witemberga?

                       HORACIO.- Señor..., deseos de holgarme.

                       HAMLET.- No quisiera oír de boca de tu enemigo otro tanto, ni podrás forzar mis oídos
                  a que admitan una disculpa que te ofende. Yo sé que no eres desaplicado. Pero, dime, ¿qué
                  asuntos tienes en Elsingor? Aquí te enseñaremos a ser gran bebedor antes que te vuelvas.

                       HORACIO.- He venido a ver los funerales de vuestro padre.

                       HAMLET.- No se burle de mí, por Dios, señor condiscípulo. Yo creo que habrás venido
                  a las bodas de mi madre.

                       HORACIO.- Es verdad, como se han celebrado inmediatamente.

                       HAMLET.- Economía, Horacio, economía. Aún no se habían enfriado los manjares
                  cocidos para el convite del duelo, cuando se sirvieron en las mesas de la boda... ¡Oh! yo
                  quisiera haberme hallado en el cielo con mi mayor enemigo, antes que haber visto aquel
                  día. ¡Mi padre!... Me parece que veo a mi padre.

                       HORACIO.- ¿En dónde, señor?

                       HAMLET.- Con los ojos del alma, Horacio.

                       HORACIO.- Alguna vez le vi. Era un buen Rey.

                       HAMLET.- Era un hombre tan cabal en todo que no espero hallar otro semejante.

                       HORACIO.- Señor, yo creo que le vi anoche.

                       HAMLET.- ¿Le viste? ¿A quién?

                       HORACIO.- Al Rey vuestro padre.

                       HAMLET.- ¿Al Rey mi padre?

                       HORACIO.- Prestadme oído atento, suspendiendo un rato vuestra admiración, mientras
                  os refiero este caso maravilloso apoyado con el testimonio de estos caballeros.

                       HAMLET.- Sí, por Dios, dímelo.

                       HORACIO.- Estos dos señores, Marcelo y Bernardo, le habían visto dos veces
                  hallándose de guardia, como a la mitad de la profunda noche. Una figura, semejante a
                  vuestro padre, armada según él solía de pies a cabeza, se les puso delante, caminando
                  grave, tardo y majestuoso por donde ellos estaban. Tres veces pasó de esta manera ante sus
   275   276   277   278   279   280   281   282   283   284   285