Page 12 - Trece Casos Misteriosos
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una complicada ecuación y la clase siguió lenta
           y pesada. Media hora después, una campanilla                        Marcela, al oír esto, levantó una mano y gritó:
           animó levemente las sonrisas en los rostros: todos                  -¡Eh!  ¡Tercero A! ¡Reunión: el genio tiene su
           guardaron sus libros y salieron a recreo.                        plan!
              -¿Cómo convencer a la profe para que  no                         -No seas tonta, Marcela, si usaras más tu
           nos entregue las notas hasta el lunes? -preguntó                 cabeza ... -Mauricio llevó un dedo a su propia
           Marcela, sin ánimo ni para comer su sándwich                     sien y luego se alejó con expresión hosca.
           de queso.                                                           Andrés y Catalina se acercaron a las dos ami­
              -¡Sueñas! -le contestó la lánguida Constanza.                 gas, que se habían quedado mudas, contemplando
              -Es que el asunto es grave:  ¡nos quedaremos                  a Mauricio.
           sin fiesta, Connie! ¿No te das cuenta?                              -Con Catalina hemos estado pensando que
              -¡Claro que me doy cuenta! ¿Por qué crees                     hay que evitar, como sea, la entrega de esas notas.
           que estoy tan deprimida?                                            -Otro genio que descubrió América: ¡todos
              El gesto de Constanza era de absoluto desalien­               sabemos que con esas notas hay que olvidarse de
           to. Se afirmó en la vieja palmera, en una pose de                la fiesta! -Se enojó Marcela-. Pero hasta ahora
           actriz dramática.                                                nadie ha propuesto una solución.
              En ese momento se acercó Mauricio:                               Connie golpeó con rabia el tronco de la palmera,
              -Al  paso  que  van  mis porras compañeras,                   y luego, con un gesto asustado, mostró la yema de
           tendré que bailar solo en la fiesta si entregan hoy              su pulgar herido por una pequeña astilla.
           las libretas ...                                                    -Una que se fue a la enfermería -comentó
              -¡El genio Mauricio! ¡Nunca pierde la oportu­                 Andrés.
           nidad de hablar de sus maravillosos sietes! -co­                    -Y otra que se va a la biblioteca: tengo que
           mentó Marcela, dándole la espalda.                               devolver un libro -Catalina partió corriendo.
              -No sean tontas, nenas, si lo único que quiero                   Andrés y Marcela quedaron pensativos.
           es que todos vayamos a la fiesta.                                   -Bueno, no me queda otra que resignarme
              -Nosotros también queremos. ¿Qué propone                      a un sábado sin fiesta: estoy sentenciado -dijo
           el genio? -interrogó Constanza, sin perder su                    Andrés con tono sepulcral. Marcela quedó sola:
           desgano.                                                            -¿Resignación?-repitió para sí- . ¡Ah, no,
              -Un ardid para evitar que nos entreguen las                   eso nunca! -Y caminó a grandes zancadas en di­
           libretas -respondió Mauricio, muy serio-. No                     rección opuesta a la de su amigo.
           olviden que tengo que conquistar a Catalina.                        Al poco rato, la campanilla anunció el final del
                                                                            recreo y el comienzo de la última hora de clases.


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