Page 188 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA


        AMA: -¿A usted le parece bien que un hombre se vaya y deje quince
        años plantada a una mujer que es la flor de la manteca? Ella debe
        casarse. Ya me duelen las manos de guardar mantelerías de encaje
        de Marsella y juegos de cama adornados de guipure y caminos de
        mesa y cubrecamas de gasa con flores de realce. Es que ya debe
        usarlos y romperlos, pero ella no se da cuenta de cómo pasa el
        tiempo. Tendrá el pelo de plata y todavía estará cosiendo cintas
        de raso liberti en los volantes de su camisa de novia.

        TÍA: -¿Pero por qué te metes en lo que no te importa?


        AMA (Con asombro): -Pero si no me meto, es que estoy metida.

        TíA: -Yo estoy segura de que ella es feliz.

        AMA: -Se lo figura. Ayer me tuvo todo el día acompañándola en
        la puerta del circo, porque se empeñó en que uno de los titiriteros
        se parecía a su primo.

        TÍA: -¿Y se parecía realmente?

        AMA:  -Era hermoso como un  novicio cuando sale a cantar la
        primera misa, pero ya quisiera su sobrino tener aquel talle, aquel
        cuello de nácar y aquel bigote. No se parecía nada. En la fan:i'.ilia
        de ustedes no hay hombres guapos.

        TÍA: -¡Gracias, mujer!


        AMA: -Son todos bajos y un poquito caídos de hombros.

        TÍA: -¡  Vaya!

        AMA: -Es la pura verdad, señora. Lo que pasó es que a Rosita le
        gustó el saltimbanqui, como me gustó a mí y como le gustaría a
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