Page 135 - Hamlet
P. 135

papeles subalternos; pero no correspondieron los efectos a la esperanza que de él se había
                  concebido. Rara vez la naturaleza prodiga sus dones, y casi nunca permite que un hombre
                  sobresalga en dos facultades distintas; que tal es la limitación del talento humano. Dícese
                  únicamente que Shakespeare desempeñaba muy bien el papel del muerto en la tragedia de
                  Hamlet, elogio que puede considerarse como una prueba de su corta habilidad en la
                  declamación.

                       Como quiera que sea, su admisión en el teatro despertó en él una inclinación decidida a
                  la Poesía Dramática; le dio a conocer la mayor parte de las piezas que entonces se
                  representaban, las estudió, más que como actor, como filósofo; examinó el gusto del
                  público, y vio en la práctica por cuales medios la Poesía escénica suspende, conmueve,
                  deleita los ánimos y domina con hechizo maravilloso en las opiniones y los afectos de la
                  multitud.

                       Hallábase entonces el teatro inglés en aquel estado de rudeza y barbarie propio de una
                  época tan inmediata a los siglos de ignorancia y ferocidad. La nueva aurora de las letras,
                  que había comenzado a ilustrar a Italia mucho tiempo antes, no había llegado aún a los
                  remotos Britanos, separados del orbe. Las grandes revoluciones que había sufrido aquella
                  nación, el choque obstinado de opiniones y dogmas religiosos que por largo tiempo la
                  agitaron, el establecimiento de una nueva creencia, la necesidad de resistir con la política y
                  las armas a sus enemigos exteriores, mientras en lo interior duraban mal extinguidas las
                  centellas de discordia civil, fueron causas capaces de retardar en aquel país los progresos de
                  la ilustración, y por consiguiente los del teatro.

                       Pueden reducirse a tres clases las piezas que entonces se representaban en Inglaterra:
                  Misterios, Moralidades y Farsas. Los Misterios no eran otra cosa que unos dramas donde se
                  ponía en acción los hechos del Viejo y Nuevo Testamento, y aún se conservan en el Museo
                  Británico los que se dice fueron representados en el año de 1600 intitulados: La caída de
                  Luzbel, La Creación del Mundo, El Diluvio, La Adoración de los Reyes, La Degollación de
                  los inocentes, La Cena, La Pasión, El Antechristo, El Juicio final y otros por el mismo
                  gusto. En estas composiciones se veía una mezcla informe de sagrado y profano, en que se
                  anunciaban las verdades de la Religión, entre puerilidades ridículas e indecentes que
                  podrían llamarse escandalosas y sacrílegas; si la buena fe de sus autores y la ignorante
                  sencillez del auditorio no fueran suficiente disculpa de tales desaciertos. En las Moralidades
                  se agitaban cuestiones políticas y dogmáticas, se ridiculizaba la Iglesia Católica y se
                  aplaudía (como es de creer) la nueva reforma. La falta de invención y artificio de tales
                  obras era sin diferencia alguna como en los Misterios, con la única variedad de que en las
                  Moralidades la fábula y los personajes eran alegóricos: la Virtud, la Superstición, los Cinco
                  sentidos, la Fidelidad, el Valor, las Promesas de Dios, el Amor profano, la Conciencia, la
                  Simonía, tales eran los entes metafísicos que hacían papel en estos dramas extravagantes.
                  Las Farsas, composiciones desatinadas, obscenas, atrevidas, perjudiciales a las buenas
                  costumbres y al honor de muchos particulares que ridiculizaban con escandalosa libertad,
                  eran, no obstante, las que más se acercaban a la Tragedia y la Comedia; por cuanto en ellas,
                  o se trataban hechos históricos, o se pintaban caracteres y costumbres, imitadas, aunque
                  mal, de la vida civil.
   130   131   132   133   134   135   136   137   138   139   140