Page 144 - Julito Cabello, los zombis enamorados
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escenario. Muy nerviosos. Muy, pero muy             flores de la otra obra.
              nerviosos. Nos pasábamos yendo al baño                Salí por la puerta de atrás del teatro y
              a cada rato. Casi nos licuamos, hasta que           apenas la alcancé, cuando ya estaba en la
              llegó la hora.                                      portería.
                 Primero nos tocó a nosotros.                       -¡Viniste!- le dije.
                 Y nos salió bacán.                                 Se dio vuelta, en la mitad de una som­
                 Todos  quedaron  con  la  boca  abierta          bra.
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              ( uno  de  los  papás  roncaba  con  la  boca         -No me mires, por favor, Ju lito.
              abierta, eso sí).  Y allí estábamos,  Samio­          -Ok. No te miro,  pero toma esto.  Y
              val y yo, esperando a ese Godot que nunca           perdona.
              llegaba.  Que nunca,  nunca  llegaría  (por           Le pasé las flores y  sólo  le vi los ojos
              lo que supe después, fue porque tuvieron           cwmdo me miró.
              que amarrarlo y amordazarlo, porque Se­               Después se dio la vuelta y se fue.
              púlveda  estaba  tan  "compenetrado"  en              Cuando volví al teatro me querían ma­
              el  papel  que  quería  meterse  igual  en  la     tar. Había sacado las flores de la protago­
              obra).                                             nista de la otra obra.
                 Pobre Godot. Perdón, Sepúlveda.                    Bueno, el show debe seguir ¿no?
                 Lo  que  tampoco  estaba  en  el libreto
              fue otra cosa que pasó. Cuando yo estaba
              hablando con  Sandoval-Suertudo,  en  la
              mitad de una escena,  de repente miré al
              público. Y bien atrás, con la cara cubierta
              con una bufanda, reconocí a la Andrea.
                 Casi se me olvida todo. La dura.
                 Me puse eléctrico y extraño.
                 Ella igual había venido.
                 Por eso, después que terminé y saludé,
              salí a velocidad atómica a buscar a la An­
              drea. Y, a la pasada, tomé prestadas unas
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