Y así fue como empezó la
carrera, una carrera desesperada. ¡Las
máquinas contra los zorros! Al em
pezar, la colina estaba así:
Después de una hora, las má
quinas se habían comido un buen
trozo de colina.
Y mientras tanto, nuestros
zorros huían del espantoso ruido de
las máquinas.