Ni un cartel, ni una pista, ni siquiera
un mapa que les indicase el camino.
Pocosmimos agitó los brazos
en señal de bienvenida.
Pero los pájaros no encontraron
su escondite.
Entonces, le piaron:
―¡De adivinar, ni hablar!
Y cruzaron el cielo
con veloces aleteos.