Page 336 - Hamlet
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CLAUDIO, RICARDO, GUILLERMO




                  Gabinete.




                       CLAUDIO.- No, no le quiero aquí; ni conviene a nuestra seguridad dejar libre el campo
                  a su locura. Preveníos, pues, y haré que inmediatamente se os despache para que él os
                  acompañe a Inglaterra. El interés de mi corona no permite ya exponerme a un riesgo tan
                  inmediato, que crece por instantes en los accesos de su demencia.

                       GUILLERMO.- Al momento dispondremos nuestra marcha. El más santo y religioso
                  temor es aquel que procura la existencia de tantos individuos, cuya vida pende de vuestra
                  Majestad.

                       RICARDO.- Si es obligación en un particular defender su vida de toda ofensa, por
                  medio de la fuerza y el arte, ¿cuánto más lo será conservar aquella en quien estriba la
                  felicidad pública? Cuando llega a faltar el Monarca, no muere él solo, sino que, a manera
                  de un torrente precipitado, arrebata consigo cuanto le rodea. Como una gran rueda colocada
                  en la cima del más alto monte, a cuyos enormes rayos están asidas innumerables piezas
                  menores; que si llega a caer, no hay ninguna de ellas, por más pequeña que sea, que no
                  padezca igualmente en el total destrozo. Nunca el Soberano exhala un suspiro sin excitar en
                  su nación general lamento.

                       CLAUDIO.- Yo os ruego que os prevengáis sin dilación para el viaje. Quiero encadenar
                  este temor, que ahora camina demasiado libre.

                       LOS DOS.- Vamos a obedeceros con la mayor prontitud.






                  Escena XXI
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