Page 321 - Hamlet
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manifieste sus penas, hablándole con entera libertad. Yo, si lo permitís, me pondré en
                  paraje de donde pueda oír toda la conversación. Si no logra su madre descubrir este arcano,
                  enviadle a Inglaterra, o desterradle a donde vuestra prudencia os dicte.

                       CLAUDIO.- Así se hará. La locura de los poderosos debe ser examinada con
                  escrupulosa atención.






                  Escena VIII




                  HAMLET y dos cómicos




                  Salón del Palacio.




                       HAMLET.- Dirás este pasaje en la forma que te le he declamado yo: con soltura de
                  lengua, no con voz desentonada, como lo hacen muchos de nuestros cómicos; más valdría
                  entonces dar mis versos al pregonero para que los dijese. Ni manotees así, acuchillando el
                  aire: moderación en todo; puesto que aun en el torrente, la tempestad, y por mejor decir, el
                  huracán de las pasiones, se debe conservar aquella templanza que hace suave y elegante la
                  expresión. A mí me desazona en extremo ver a un hombre, muy cubierta la cabeza con su
                  cabellera, que a fuerza de gritos estropea los afectos que quiere exprimir, y rompe y
                  desgarra los oídos del vulgo rudo; que sólo gusta de gesticulaciones insignificantes y de
                  estrépito. Yo mandaría azotar a un energúmeno de tal especie: Herodes de farsa, más
                  furioso que el mismo Herodes. Evita, evita este vicio.

                       CÓMICO 1.º.- Así os lo prometo.

                       HAMLET.- Ni seas tampoco demasiado frío; tu misma prudencia debe guiarte. La
                  acción debe corresponder a la palabra, y ésta a la acción, cuidando siempre de no atropellar
                  la simplicidad de la naturaleza. No hay defecto que más se oponga al fin de la
                  representación que desde el principio hasta ahora, ha sido y es: ofrecer a la naturaleza un
                  espejo en que vea la virtud su propia forma, el vicio su propia imagen, cada nación y cada
                  siglo sus principales caracteres. Si esta pintura se exagera o se debilita, excitará la risa de
                  los ignorantes; pero no puede menos de disgustar a los hombres de buena razón, cuya
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